jueves, 9 de febrero de 2012

Luis A. Spinetta, traductor de las alturas

Seis de la tarde del miércoles ocho de febrero de dos mil doce, mientras merendaba y untaba dulce de leche sobre una galletita para acompañar la leche con Nesquik, un flash televisivo me dejó sin hambre y con los ojos líquidos: el cartel en la tv decía que había muerto Luis Alberto Spinetta.
Podrán decir que no fue sorpresa, ya que se sabía que padecía una terrible enfermedad, podrán decir que a todos nos toca, y que son cosas que pasan, que la acción de la naturaleza es irremediable. Podrán decirse tantas cosas por inercia, que la inercia de sobrevivir, las toma las procesa y las desecha casi inadvertidas… pero por supuesto, este no fue el caso.
Lloré, como un nene al que algo le duele. Lloré, como un hombre dolorido y triste.