Si jugaríamos a hacer una lista de cualidades que
engloban la difícil tarea de definir inteligencia, la lista sería larga, con
atributos que actúan directa o indirectamente, con algunas trabas en el
lenguaje que podrían presentarse en la conceptualidad de cada palabra elegida y
sus sinónimos. Pero hay algo sobre lo que tengo más certeza, y es que la
xenofobia, evidentemente es un antónimo de cualquier concepto que pueda
incluirse como componente de la inteligencia humana.
Debo reconocer que existen ciertos atenuantes, por
lo menos si observamos la jurisprudencia: a lo largo del desarrollo
antropológico, e incluso en el día a día, vemos que la xenofobia es un virus
que ataca a personas de todas las clases sociales y de diversas raíces, y que incluso
sucede en casos donde en ciertos aspectos tales personas no parecen a simple
vista tan imbéciles. De lo que extraigo, que el virus de la xenofobia tiene la
curiosa particularidad, de alojarse en un cuerpo y actuar de tal manera, que el
afectado no detecta los síntomas. Con el tiempo, la imbecilidad avanza, con lo
cual es evidente que la ceguera también avanza, pues la disminución en el
criterio se va haciendo cada vez más clara, y sin embargo, se mantiene
invisible frente a la percepción del afectado.