martes, 30 de agosto de 2016

El odio de la Argentina post adolescente

¿Argentina es una señorita post adolescente, que después de algunos años de fumar maría empieza a perder la memoria a corto plazo?
¿O simplemente es un ser de comprensión secuencial y lenta, con lo que recién está empezando a entender lo que hizo el Gral. Roca hace un siglo y medio, y sería lejano que comprenda en profundidad lo que hicieron los generales hace 40 años?

Sea como sea, si sos parte de algún granito de la piel de esta Argentina, lo único que queda a tu alcance es empezar por vos mismo, y ver alrededor, y leer, o preguntar, y tratar de amasarlo y reflexionarlo desde tu propia perspectiva.

Escuchar gente pidiendo mano dura y sangre y represión para los que piensan distinto, para “los otros”, entristece un poco, pero no entristece desde lo personal, yo seguiré siendo feliz y disfrutando de la leche con Nesquik, lo que se entristece es la atmósfera de conjunto, es el país que respira desde hace tiempo un odioso aire gris. Y esa gente con ese odio, es factible que lo contagie, que lo transmita a su círculo cercano, y que haya otras “gentes” con ese odio. Y el odio, además del miedo patológico a lo distinto, tiene dos características principales:

Es el camino más directo a la infelicidad
Y no hay manera de tener odio sin que vos seas el recipiente.

Lo lamento por ti.

martes, 9 de agosto de 2016

Humiya

Ayaka se levantó apurada, porque no había sonado su despertador, iniciar el día con prisa le molestaba un poco, rompía su equilibrio oriental, pero la sonrisa no se le borró de su cara, había tenido una hermosa noche con su marido, luego de varias semanas de desaciertos cotidianos y discusiones familiares. La guerra ya era parte de su vida diaria, pero el impactante suceso de Hiroshima de hace tres días, los había dejado en shock. Se abrazaron fuerte anoche antes de cenar, y en pocos gestos entendieron algunas cosas de las que no se explican con palabras.
Las niñas dormían, Ayaka desayunó más rápido que de costumbre y salió camino a su trabajo. Su marido había salido más temprano, pero se había movido por la casa con sigiloso silencio japonés, para no despertar a ninguna de las mujeres de su hogar. Hatsu, la hija mayor, un rato después se fue a la escuela, pero antes despertó a Humiya, la menor. Juntas bebieron algo caliente, con pan y mermelada de frutas. Humiya se quedaba algunas horas sola en casa y esperaba a su madre que puntualmente llegaba a mediodía para hacerle el almuerzo, luego de pasar a hacer compras por el mercado de frutos de Nagasaki, a pocas calles de su casa.

A las 11:00 AM, el día estaba nublado, y el rumor de la calle era el habitual, la niña se entretenía mirando pasar bicicletas, entre las hojas muy verdes del árbol que cubría parte de su ventana.

A las 11:02, un sonido extraño la asustó. Instintivamente cerró los ojos, se agachó en cuclillas junto a la pared, a un costado de la ventana, y se tapó la cara con las manos.
El sonido fue más que todo lo que había escuchado en sus 5 años de vida. Al quitarse las manos de la cara, y sacudirse los vidrios de la cabeza, miró nuevamente por la ventana que ya no estaba. Y el árbol que la cubría tampoco. Tampoco las bicicletas de la calle.
Se quedó en casa en silencio y casi inmóvil.
Ayaka no regresó a mediodía.
Hatsu y su padre tampoco lo hicieron por la tarde.


-09 de agosto de 1945-.