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“Messi fracasado, pecho frío y cagón.”
Arden las redes sociales, las charlas de café, debates de peluquería y viajes en remis.
Nos
visita el duelo post-mundial, llueven reflexiones y antinomias, moribundos y
enciclopédicos cadáveres del pensamiento tienen algo para decir, todos tienen
algo para decir, todos tenemos algo para decir… pero algunos deciden ir más
allá, y “se la juegan”, no solo diciendo, sino también, agrediendo, insultando, descalificando.
Juegan
a más en esto de descalificar, desde la obscena impunidad de hablar con la boca
bien grande, sobre temas en los que su conocimiento y experiencia, son escasos
en el menor de los casos (que lindo me salió el jueguito de palabras :) ) e inexistentes en la mayoría de ellos.
Eso
sí es ser jugados! Eso sí es animarse a más!
Se
me ocurren algunas cuestiones casi instintivas:
-che,
vos, el que cataloga de fracasado y de pecho frío y de cagón, y de que este tal
Messi se borra en las difíciles…
contame
de tus logros y de tus valentías,
no,
no, no me refiero a los que te cuenta tu mamá, y a los que vos mismo miras en
tu espejo, ayudado por las sesiones de terapia, no,
me
refiero a tus logros posta, elevados, que inspiran a otros seres, que generan
admiración, y trascienden fronteras y lenguajes, me refiero a tu valentía
impuesta en circunstancias complicadas, con mucha gente esperando que resuelvas
situaciones… y por favor, traeme el certificado de todo eso, quiero ver tus
medallas de oro colgadas del pecho o tus premios Novel en el cuadrito de la
pared de tu estudio…
¿Ah
no? ¿no tenes eso?
Claro,
me vas a decir que hay cuestiones sobre las que no se extienden certificados, y
sí, tenes razón, no solo es valiente el general de un ejército ganador de
grandes batallas, no, también se puede ser valiente en la intimidad, en lo
cotidiano, también se puede tener éxitos pequeños y es posible tener grandeza
dentro de tu propia casa, sin público y sin jurado que decida de qué lado
estas, si en el de los valientes o en el de los cagones. Coincido, pero me
pregunto…
cuando
hablas de Messi, ¿hablas de su labor hogareña o hablas de su personalidad y
aptitud frente al jurado de miles?
Si
hablas de la cuestión íntima, la verdad que poco me interesa, y debería darte
vergüenza contar infidencias, no me hagas pensar que sos un chismoso. Pero si
de lo que estas hablando es de la cuestión pública, esa que todos conocemos y
que a algunos nos gusta y a otros no, pregunto:
¿Con
qué altura, vos, pedazo de medio pelo ignoto, destinado al anonimato, con un cuerpo
lleno de limitaciones, y una cabeza que rebalsa de frases hechas que ni
siquiera entendes… te pones a descalificar a alguien admirado mundialmente por
su talento?
¿Con
qué autoridad le pedís, vos!!, que gane un campeonato mundial de fútbol como
certificado de sus aptitudes?
¿Cómo,
como?...¿Y que mientras no lo gane seguirá en deuda con el pueblo argentino???
Juaaa!!
Bueno,
por suerte, en general cuando lo absurdo se apodera del presente, me puedo reír
de eso (o al menos eso intento).
Entonces
esquivo ponerme a plantear aquellas cuestiones instintivas y evito intervenir
en diálogos sin destino, como dice el gran Luis Alberto “no le digas nada a la
pared, no escuchará”…
tomo
aire, e intento una pequeña reflexión un poco más general, quizá sumergido
todavía en esto contagioso del mundial, donde todo se ve y se analiza desde la
óptica de “los argentinos somos” de tal o cual manera…
y
digo que,
Es
absolutamente lógico que Leo Messi sea discutido en Argentina, es que no nos
representa, no porque no haya talentosos, los hay de esos y muchos, es cierto,
pero los argentinos como comunidad, como personaje promedio, no somos ni
humildes, ni tenemos perfil bajo, ni somos respetuosos. Tenemos la boca más
grande que el cerebro y la percepción de grandeza adulterada como una teta de
plástico.
Leo
no se pelea con nadie, ni dentro ni fuera de la cancha, no provoca escádalos
periodísticos y evita las confrontaciones mediáticas, parece que hasta habla en
voz baja para no molestar... mientras que los argentinos gritamos en tono
imperativo, desde el living de casa, apoyando el control remoto en la panza,
¡cómo se juega una final!, cómo se corre para ser eficiente o como se define en
una instancia decisiva, sin tener ni puta idea de lo que estamos hablando.
Por
supuesto que no somos todos iguales, por supuesto que no todos somos
desagradecidos y brabucones, pero también aquí hay un detalle que quiero
marcar, y por eso elegí, en este caso, conjugar los verbos en la primera
persona del plural, ya que en el “somos” hay mucho por extraer:
Cuando
las cosas van bien, todos “somos”, todos “estamos” en esto, pero cuando la cosa
va mal, no solo el análisis queda en lo chato de apenas ocuparnos de buscar
culpables, sino que además, obviamente el culpable siempre es otro (o el que le
gusta a otro), y ahí cambiamos el “somos”, por el “son” o por el “es”…
-Por
fin después de tanto tiempo “somos” finalistas, pero después de perder, se
escucha la sentencia… Messi “es” un pecho frío.
-“Festejamos”
en el Obelisco, con hidalguía y caballerosidad a pesar de perder, hasta que los
negros de mierda (“ellos”!) arruinaron la fiesta.
Hagámonos
cargo, “somos” también eso, y “somos” incluso los que decimos (también a los
gritos y también con máxima liviandad) que estas cosas se solucionan matando
villeros y ejecutando mano dura.
Por
supuesto que no creo que los argentinos somos solamente esto, esta ensalada de
miserias llena de mochilas desalentadoras, peeero, en este detalle chiquito y
poco relevante que termina siendo un campeonato de fútbol, podemos notar que en
ciertas circunstancias, no nos alcanza ser buenos, necesitamos ser los mejores,
porque si no, afilamos la guillotina y alguna cabeza debe rodar. Buh!
Es
hora de darnos cuenta, querido lector, que eso no es fácil y que tampoco los
certificados de éxito son el verdadero éxito.
Somos
únicos en tantas cosas, y agrego una más: menospreciar a Messi.
Hay
algo que me pone contento entre tanta carencia de sentido y mutilación de
criterio, y es que la poca representatividad de los gérmenes argentos que Leo
posee, hará, que a pesar de que le peguen injustamente, se levante, y sin
quejarse (muy impropio de un argentino), se calce de nuevo la camiseta celeste
y blanca, y ponga los ojos fijos en el balón, para tirar magia en la siguiente
oportunidad.
FAB / julio 2014
ah... y Francisco no funciona :/
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