viernes, 8 de junio de 2018

Mundial: ser o no ser



“Un hombre sin pasiones está tan cerca de la estupidez que sólo le falta abrir la boca para caer en ella” Séneca, Roma, año cero.

-“El mundial puede ser utilizado para desviar la atención y que nos bajen la caña con decisiones nefastas..” dice Francisco, el panadero, mientras me pesa 4 flautitas en la balanza. Y cierra la idea proponiendo ignorar la cita futbolera de Rusia 2018.

-“Pan y circo” le digo sonriendo de costado, pensando en la vieja receta del Imperio romano para anestesiar a las plebes. Y concluyo mi reflexión en silencio …claro, este tipo por su oficio sabe mucho de harinas.

Lamentando que las flautitas tibias se van a enfriar para cuando las coma en sandwich dentro de una hora, huyo caminando y silbando bajo, enfrentando la brisa fría de la mañana en Castelar.

Y en el diálogo atemporal tomo partido:  

Por un lado, el presente argentino ya está inmerso en decisiones nefastas, y de cierta manera la anestesia funciona como si hubiera mundial todos los días desde hace (mucho más de) 30 meses. Si llegamos nuevamente a donde estamos ¿fue por la conciencia de los ciudadanos o por la carencia de ella? En definitiva ¿cuánto cambiará el estado de adormecimiento cuando la pelota empiece a girar en Rusia?
Pues, como siempre, quedará en el discernimiento personal el hecho de mirar el horizonte, por más que nos detengamos a mirar 90 minutos de fútbol.

Y por último, a esta altura del siglo XXI, es más que una obviedad que el fútbol es parte de nuestra cultura, y que negar el mundial, es como negar el mate o el asado.
De hecho el asado ya lo está negando la economía, y nada tiene que ver el opio futbolero.

Salvada la disputa histórica entre la pseudo-intelectualidad snob y los amantes del mundo del balón, me entrego a Rusia 2018.   

La antesala del mundial muestra un equipo argentino lleno de dudas, dudas del cuerpo técnico, dudas de la prensa, dudas de los hinchas. Como nos contaba Marcial Ferrelli hace unos días en este mismo espacio (La ilusión colgando de un hilo ), buscamos nexos o similitudes con cualquier detalle del ’78 o del ’86, como para agarrarnos de algo, necesitamos esperanzarnos.
Lo primero que puedo decir sobre eso es que, la desesperanza de este presente es muy similar a la desesperanza de la previa del ’86, lo cual es una coincidencia esperanzadora.
Y no solo tenemos al mejor jugador del planeta que se calza la 10 de nuestro equipo, también tenemos a un DT confuso, que se tropieza con las palabras de su propio lenguaje, que en cada partido convierte al banco de suplentes en una especie de escenario catártico, de ademanes y caminatas interminables. Sí, sí, señores, Bilardo y Sampaoli, a pesar de sus diferencias filosóficas-futbolísticas, tienen mucho más en común que lo que a simple vista parece. Jorge no se ajustará el nudo de la corbata, porque no usa, y no se acomodará el cabello 1344 veces en 90 minutos, como Carlos Salvador, simplemente porque no tiene cabello, peeero, sus histerias y sus neurosis parecen cómplices.

Saliendo del límite del campo de juego, podemos plantarnos como observadores del contexto nacional, con diferentes y no tan diferentes matices, en el ’78, en el ’86 y en este 2018, el país agonizaba y agoniza, o será que siempre parece agonizar.
A la oscuridad de la atmósfera del ’78, le adosamos la inflación del ’86, revolviendo la góndola del supermercado, encontrando que el mismo producto podía tener diferentes precios.
Y el “somos derechos y somos humanos”, y el dólar disparado, la economía asfixiante, las quejas en las calles, la represión ante las quejas, los despidos, la hostilidad, el gobierno cuestionado, el clima social tenso, etc, etc. Gran parte de todas estas, están y estuvieron, en una o en las dos escenas mundialistas triunfadoras.

Y más allá de los nexos coyunturales con las gestas campeonas, en todos los mundiales fuimos un país del tercer mundo, con dolores cotidianos, y con injusticias repetidas. Pero a la hora del pitazo inicial ¿cómo no mirar lo que sucede? ¿Cómo no emocionarnos? ¿y qué habría de malo en ello? Si como decía Séneca, la frialdad es casi una estupidez.
¿Cómo ignorar lo que hacen esos pibes de celeste y blanco pateando un objeto esférico?
Si cada uno de nosotros tuvo como primer juguete un objeto esférico como ese. Si cada una de nosotras, aunque no le haya tocado la misma suerte del juguete esférico, tiene un hijo o un hermano o un sobrino, que tuvo un balón y un sueño, y sabe que por alguna extraña magia, se sufre y se goza, se ríe y se llora, muy genuinamente, por las aventuras de ese balón.

El fútbol nos conmueve, nos altera, nos seduce, nos mata y nos revive, a diario, o cada domingo, o cada cuatro años. Ese es nuestro ADN, no podemos renegar de la existencia, sería una contradicción ontológica no ser lo que somos.

Y el fútbol en gran medida nos explica eso que somos.
Quejosos, insolentes, injustos, exitistas. Peleamos con el árbitro, con los rivales, nos enojamos con nosotros mismos, a veces fingimos un penal y hasta metemos un gol con la mano y después exigimos transparencia e integridad.
Somos criticones y contradictorios. Pero también sabemos dar amor y mostrar gratitud.
Y ojo que hay más, porque también, somos talentosos, trabajadores, creativos y compañeros. Nos arreglamos con poco y adentro del caos igual podemos ganar partidos. Sin equipo, sin estructura, sin plan a largo plazo, improvisamos y salimos adelante. Así es el argentino del potrero, y así es el argentino que se gana el pan en el exilio –y charla en la panadería de algún Francisco en otro idioma-, o el que se la rebusca laburando de lo que pueda, para comprarle un juguete esférico a su pibe.

Podemos pensar que Messi todavía es discutido, porque no nos representa en la de pelearse, protestar o fingir. Porque no es extrovertido ni fanfarrón, como todo argentino estereotipado. Pero cuidado, que en este rincón del mundo también están los respetuosos y los que perseveran en silencio y los que sueñan y creen que la suerte un día cambiará.

Somos profesionales de la queja, pero si hay una alegría que festejar, nos entregamos a eso, y sabemos sonreír grande y abrazarnos con el de al lado. Así fue en el ‘78, en el ‘86 y así sería hoy. Y cuanta falta nos hace tener una excusa para abrazarnos de nuevo.

Dale Leo, metele a esa zurda, que acá estamos para gritarlo fuerte. Y Francisco también lo hará.

Fab Spina /Bs As /06.jun.2018

Publicado en www.lanoticiaweb.com.ar (link)

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