Hace algunos años experimenté como era eso de
emigrar.
Cuando vivis en otro país, al menos en los
primeros momentos, parece ineludible el instinto de comparar, o de recordar
como era eso mismo que estas haciendo, pero en casa.
Allá la Sprite tiene otro gusto, el bondi
nunca llega a horario, los trenes se cortan y no te avisan, el tachero te habla
demasiado del clima, de política, de fútbol, de física nuclear y del almuerzo
de Mirtha Legrand.
Allá no se puede ir a la cancha de visitante, y
mucho menos con una camiseta del rival. Allá mejor no camines por un suburbio
de madrugada porque pueden pasar cosas. Allá la carne es genial, pero los
precios casi que te impiden comprarla. Allá, algunas son personas divinas y
amables, y otros son unos garcas, o simplemente pelotudos. Como acá.
Acá y allá. Allá o acá.
En todos esos vaivenes de comparaciones, o
recuerdos y nostalgias efímeras, en gral en las cuestiones sociales, los
funcionamientos colectivos, estructurales, y en las posibilidades de infraestructura
disponible, en la comparación entre Sudamérica y Europa, suele caer la ficha
ganadora del lado europeo.
Pero hay algo que me dió la bonita experiencia
de vivir en Barcelona y estudiar un tiempo allí:
la firme convicción de que UBA es una Universidad
extraordinaria, con un nivel de docentes elevado, y que encima es gratis, algo
que en Europa no se consigue.
Orgullo nacional. No por patriota, no por
nacionalista... simplemente por el placer de haber pasado por sus aulas.
Hoy se cumplen 70 años de gratuidad en UBA.
Solo puedo decir gracias 💚
FAB / 22 de noviembre 2019
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