miércoles, 7 de agosto de 2013

Tortilla, papa y arena



Fin de junio 2013, se juega en Brasil la Copa Confederaciones, pero extrañamente el pueblo brasileño, disgustado con algunas políticas sociales y con el presente de su país, le da la espalda al torneo, y sale a la calle a manifestarse. Se dieron casos en los que dentro del estadio había cincuenta mil espectadores mirando el juego, mientras afuera, ciento cincuenta mil personas se manifestaban en contra. El combo se completaba con algo de violencia y algo de represión.

Dudas sobre la realización del Mundial el próximo año, la FIFA recibiendo críticas y sacando todos sus emblemas y ploteos de sus móviles para evitar agresiones.
La presidenta Dilma Rousseff saliendo a dar discursos a las apuradas, volviendo atrás los ajustes, y preocupadísima por dar una imagen de país controlado, mientras la olla que ya estaba hirviendo siguía a fuego moderado.

Mitad de julio 2013, el Papa Francisco llega a Brasil, y los deja a todos callados, sumisos y rezando en las playas de Río de Janeiro.

La presidenta feliz, y mas tranquila.
Los nuevos universitarios expertos en marketing y los científicos dedicados a la industria anestésica farmacológica, se miran perplejos, y comprueban que ellos no inventaron nada: estas artes ya funcionan hace más o menos 2013 años.

La manipulación masiva se sostiene, y la obscenidad con que se ejecuta es una de sus principales características. ¡Que bien lo hacen! Es digno de admiración. Varios historiadores marcan a un reconocido admirador de estas cualidades de la Iglesia Católica… un tal Adolf Hitler.

El famoso “pan y circo” que la antigua Roma supo implementar para manejar a la plebe en épocas de gladiadores,
muchas veces se ha dicho que en el presente es representando por el fútbol, actividad que mueve multitudes, y en ocasiones las adormece… pero en este caso, en Brasil, el país del fútbol por excelencia, no alcanzó con el pan y el circo romano, y hubo que aplicar una dosis mayor de anestesia: la Iglesia Católica. Institución que se inició en los tiempos de la Roma esplendorosa, y que hoy sigue en pie, mientras recuerda la caída de equella vieja estructura imperial, como quien recuerda a una vecina con mala fortuna.   

Pero no solo los hilos que “acomodan” el movimiento de la marioneta social me llamaron la atención en estos días, sino que a partir de estos, algunos comportamientos sectorizados me resultaron curiosos:

Hace un par de años en una especie de reunión cumbre de mandatarios, se generó polvareda tras una de las “actuaciones” bizarras que solía darnos el controvertido y desaparecido Hugo Chávez:
Haciendo gala de su carisma y del perfil del personaje que sabiamente supo armarse sobre sí mismo, Chávez, le levantó la voz al rey de España, y tuvo una discusión pública.
El progresismo latinoamericano unido se proclamó; la prensa, la opinión pública, mas allá de lo festejable o desechable de las actuaciones de Chávez, todos opinábamos sobre lo ridículo de que pasado el año 2000 siga habiendo figuras monárquicas, y peor aún, que se las respete y que conserven ciertos lugares de privilegio.

Algunos años después, el mismo progresismo latinoamericano, es el que corre apresurado para salir en la foto del monarca vigente más grande de Occidente (*) dando misa en la playas brasileras.
Triste y lamentable noticia, que lamentablemente tampoco es noticia.

Aquí en el Sur del mundo, en los últimos años se dio un claro avance en pos de las libertades individuales, dejando de lado prejuicios corporativos-religiosos, algunos ejemplos son el divorcio vincular, la ley de matrimonio igualitario, las discusiones sobre el aborto, etc.
En este año 2013, la figura “amable” del papa Francisco y su gran habilidad para mostrarse como un simple corderito del tercer mundo, que toma mate y es hincha del ciclón,  pone en riesgo todos esos logros, allanando el camino para un nefasto retroceso. 

Volviendo al tema de las visitas a Brasil, me surge una pregunta, muy básica, por ello espero encontrar rápida respuesta:

¿no es absurdo y contradictorio que los paladines de la democracia para apuntalar sus campañas políticas se conviertan en el club de fans de un monarca?  

Ante la decisión de la presidenta argentina, de sumarse al circo de viajar a Brasil, de hablar de los escarpines que le regaló el bueno de Francisco, y de llevar a su candidato (Insaurralde) para que también salga en la foto que le hace ganar votos, tengo la necesidad de aclarar que éstas líneas no tratan de sumar migajas de críticas a la tremenda montaña de desperdicios que plantea la maquinaria de la tristísma oposición. Lo mío trata de ir más allá de la discusión política. No me sumo al deporte de la crítica al oficialismo, como mecánica instintiva de una oposición nefasta y decadente. Me repugna tanta miseria derechosa, eso está claro. Pero la derechosa es una miseria que no conlleva ninguna sorpresa para mi, saber que Macri y compañía, están constituidos por un alto porcentaje de ese catolicismo recalcitrante que nubla toda amplitud moral y que se cae a pedazos ante cualquier planteo ético, no me significa nada nuevo.
Lo que sí es nuevo para mi, es observar un Gobierno Nacional que cuando inició su trabajo hace una década, tomó una saludable distancia de la Iglesia, pero ahora encuentra a su presidenta cediendo terreno y yendo a besarle la mano a Francisco, incluyendo la sorpresa del mes anterior, viendo al vicepresidente Amado Boudou, codo a codo con Mauricio Macri, arrodillándose en la asunción del sucesor de Bergoglio como cardenal de Buenos Aires (y no es una metáfora, se arrodilló de verdad!!!).

Imágenes tristes, de eso no tengo duda… la incógnita es cómo estas imágenes tristes del hoy, impactaran en el desarrollo de ideas sociales a mediano y largo plazo.

En un reciente viaje al exterior, mientras compraba pan en una despensa, una señora caribeña, muy simpática y respetuosa escuchó mi acento argentino, y me dijo que se sentía orgullosa de que el papa sea latinoamericano, y que imaginaba que para los argentinos sería un orgullo mayor, y que además seguro sería bueno para el país.
Le sonreí efímeramente y con poca gana, mientras me entregaban mi medio kilo de pan, y salí caminando en silencio. Pocos pasos despues, frené y casi me vuelvo, a decirle a la señora que busque a Polonia en la lista de potencias Europeas, o le pregunte al pueblo polaco cuantas “ventajas” les trajo disfrutar la cara de bueno de Juan Pablo II en un papado de varias décadas.
Pero me abstuve, metí la mano en la bolsa, el pan estaba tibio, le di un mordizco a una flautita con poca miga, y seguí caminando. 

Fab / agosto 2013




(*) Un líder para millones de personas, elegido por unos pocos que se sientan en una mesa muy muy chica, cuyo mandato perdurará hasta el día de su muerte ¿no es esto un claro síntoma de monarquía?.

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