“Se vive como se juega”, o “jugando se ve lo que sos”, o algo así.
Muchos intelectuales futboleros nos han contado montañas de hipótesis y conjeturas respecto de las relaciones directas o indirectas entre el fútbol y la vida misma.
Muchas descabelladas. Y otras tantas con algo de certeza, aunque a veces los caprichos del balón o la suerte de un rebote, tiren por tierra alguna idea predecible o algún sistema filosófico que cierre.
Por lógica, o por consecuencia, o solo porque el diablo del azar metió la cola; pero al finalizar este fin de semana donde se han jugado todos los clásicos, creo que el fútbol nos ha mostrado una “foto” muy coincidente con el presente de la Nación argentina:
Casi todos los partidos 0 a 0, nadie arriesga, todos tienen más miedo a perder que cosquillas por ganar, todos se pelean, todos especulan, todos discuten, dentro y fuera de la cancha, ni los que “juegan” ni los que miran disfrutan lo que hacen. El clima de tensión reduce a lo inexistente el margen para sonreír. Los partidos regalan rusticidades y aburrimiento. Ni siquiera nos bancamos poder compartir un estadio con gente que ame otros colores. La violencia es la verdadera vedette, la violencia explícita o la violencia contenida. Los barras bravas siguen sueltos, los políticos escondidos.
Hace 5 meses que la AFA tiene un presidente que sigue siendo presidente porque no supieron contar los votos, y tanto él como su séquito y sus opositores, igualmente siguen tomando decisiones y todo continúa como si nada hubiera pasado.
Lo terrible de la corrupción y la negligencia de las autoridades, no solo es que existan, lo peor de ello es que lo naturalizamos. Damos por sentado que es así, porque da la sensación de que es la única manera de que sea, y quedamos inmóviles frente al espectáculo funesto que parece no tener final.
Nos olvidamos de los muertos -en las canchas o en Time Warp- y de las falencias y de la inacción (aunque careteen intentos, está clara su inacción). Solo quedan algunas fotos de archivo y el puñado de comentarios amarillistas. Y muchas palabras vacías.
¿Como voy a creerle a los que dicen que van a investigar a los narcos? Si son los mismos que dicen que van a meter presos a los barras bravas, y después los ves cenando juntos y encima se sacan fotos!
¿Como imaginar que tome decisiones justas e íntegras, gente que actúa bajo el ala de presidentes expertos en lavar de dinero o procesados por enriquecimiento ilícito/desleal???
Se prohíbe la música, se prohíbe el público visitante. Pero sabemos, y queda en evidencia, que en el fondo no se hace nada serio para solucionar los problemas, ergo: nada se soluciona.
Prohibir el azúcar porque trae moscas,
prohibir el amor porque puede generar lágrimas,
prohibir la redondez porque no la pueden percibir los de cabeza con vértices.
Prohibir es el manotazo inútil, de los que no saben qué carajo hacer para salvarse a ellos mismos de la ineptitud que los arrasa.
Argentina está triste, y el fútbol nos contó sobre eso.
Nota al pie: De la tarde de Bombonera, solo rescaté lo intenso de la multitud genuina, y esta postal de otoño, con horizonte en el Río de la Plata.
Muchos intelectuales futboleros nos han contado montañas de hipótesis y conjeturas respecto de las relaciones directas o indirectas entre el fútbol y la vida misma.
Muchas descabelladas. Y otras tantas con algo de certeza, aunque a veces los caprichos del balón o la suerte de un rebote, tiren por tierra alguna idea predecible o algún sistema filosófico que cierre.
Por lógica, o por consecuencia, o solo porque el diablo del azar metió la cola; pero al finalizar este fin de semana donde se han jugado todos los clásicos, creo que el fútbol nos ha mostrado una “foto” muy coincidente con el presente de la Nación argentina:
Casi todos los partidos 0 a 0, nadie arriesga, todos tienen más miedo a perder que cosquillas por ganar, todos se pelean, todos especulan, todos discuten, dentro y fuera de la cancha, ni los que “juegan” ni los que miran disfrutan lo que hacen. El clima de tensión reduce a lo inexistente el margen para sonreír. Los partidos regalan rusticidades y aburrimiento. Ni siquiera nos bancamos poder compartir un estadio con gente que ame otros colores. La violencia es la verdadera vedette, la violencia explícita o la violencia contenida. Los barras bravas siguen sueltos, los políticos escondidos.
Hace 5 meses que la AFA tiene un presidente que sigue siendo presidente porque no supieron contar los votos, y tanto él como su séquito y sus opositores, igualmente siguen tomando decisiones y todo continúa como si nada hubiera pasado.
Lo terrible de la corrupción y la negligencia de las autoridades, no solo es que existan, lo peor de ello es que lo naturalizamos. Damos por sentado que es así, porque da la sensación de que es la única manera de que sea, y quedamos inmóviles frente al espectáculo funesto que parece no tener final.
Nos olvidamos de los muertos -en las canchas o en Time Warp- y de las falencias y de la inacción (aunque careteen intentos, está clara su inacción). Solo quedan algunas fotos de archivo y el puñado de comentarios amarillistas. Y muchas palabras vacías.
¿Como voy a creerle a los que dicen que van a investigar a los narcos? Si son los mismos que dicen que van a meter presos a los barras bravas, y después los ves cenando juntos y encima se sacan fotos!
¿Como imaginar que tome decisiones justas e íntegras, gente que actúa bajo el ala de presidentes expertos en lavar de dinero o procesados por enriquecimiento ilícito/desleal???
Se prohíbe la música, se prohíbe el público visitante. Pero sabemos, y queda en evidencia, que en el fondo no se hace nada serio para solucionar los problemas, ergo: nada se soluciona.
Prohibir el azúcar porque trae moscas,
prohibir el amor porque puede generar lágrimas,
prohibir la redondez porque no la pueden percibir los de cabeza con vértices.
Prohibir es el manotazo inútil, de los que no saben qué carajo hacer para salvarse a ellos mismos de la ineptitud que los arrasa.
Argentina está triste, y el fútbol nos contó sobre eso.
FAB, Buenos Aires, 23/04/2016
Nota al pie: De la tarde de Bombonera, solo rescaté lo intenso de la multitud genuina, y esta postal de otoño, con horizonte en el Río de la Plata.
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