lunes, 18 de julio de 2016

Culto a las obviedades

Loopeando el orden establecido.

En el nefasto devenir del sistema político, las autoridades actuales, para tapar sus despropósitos, lo que hacen es hablarte de los despropósitos de las autoridades anteriores.
Es un recurso repetido hasta el hartazgo, y en cierta manera efectivo… funciona, es decir, casi nada funciona, o casi todo funciona mal, pero el recurso cíclico de hablar de lo que los otros hacen mal, termina funcionando, al menos desde el punto de vista de la perdurabilidad.
Es solo cuestión de tiempo, para ver como los anteriores se vuelven a convertir en actuales, para seguir hablando de lo que los anteriores hicieron mal.


Lo que este juego posee es el obvio deseo de desviar el foco de los problemas y poner un manto de confusión a las responsabilidades éticas y funcionales de cada uno, pero además hay otro ingrediente obvio, pero que de tan obvio deja de serlo, parafraseando al ucraniano Moshé Feldenkrais en “la dificultad de ver lo obvio”:

el ingrediente principal de este juego es la “verdad establecida” de que la estructura política va a estar siempre, independientemente de lo que suceda.
Y eso da margen para mostrar abiertamente que la clase política toda, y/o el sistema político, y/o la estructura polítca del Estado, y/o todos sus integrantes y puentes neuronales, son íntegramente un despropósito, completo, todo el tiempo.

Creo todavía que sigo diciendo obviedades, pero intentemos sacar una patita por fuera de esa gran burbuja obvia, como esas puertas transparentes y acuosas de las películas de ciencia ficción, que al atravesarlas se pasa a otra dimensión:
Lo que estoy diciendo es, que la clase política sobreentiende que la plebe -o las grandes masas humanas-, nunca mirarán por afuera de la estructura política. Entonces se anima a decir impunemente, “mira, yo soy un hijo de puta, pero los anteriores eran unos hijos de puta peores que yo” y el jueguito termina transformándose en una especie de analgésico, que convierte a todos en observadores pasivos e inertes.
Pero en realidad, si miras un poquito desde afuera de la puerta acuosa de la obviedad, lo que estan diciendo es “En el poder político somos unos hijos de puta y los estamos cagando, le estamos robando su tiempo, y su dinero, y sus esfuerzos, y en algunos casos sus propias vidas, continuamente”, y te lo dicen a gritos!
Con un matiz o con otro, con una bandera o con otra, pero te lo están diciendo todo el tiempo. Como si la clase política y el resto de los humanos fuéramos irremediablemente del mismo equipo.

Me pregunto,
si en lugar de que todo el Conjunto País fuera una clase política con camisetas de colores distintos (incluyendo los aceptadores de la “verdad establecida” sobre la irremediable existencia de su poder),
hubiera un subconjunto integrado por la clase política y sus aceptadores, pero además otro subconjunto con quienes al menos dudaran de eso.
Cuando los políticos con camiseta de un color, digan y comprueben (como lamentablemente es cada días más habitual) que los políticos con camiseta del otro color son unos corruptos hipócritas hijos de puta, alguien por fuera de ellos estaría viendo que en realidad los integrantes del subconjunto1 estarían ajustando cuentas internas, mientras los habitantes del subconjunto2(*) sufren por los adulterios y los despropósitos del subconjunto1.

Digo,
la plebe no lo ve,
está ciega, sorda e insensible frente a todo eso,
pero si alguna vez la plebe lo vería
porque se alinean algunos planetas y de alguna manera baja una data que hace que algo suceda, algo que transmute la observación en acción, un click que ponga ausencia a la anestesia;
se alteraría el convenio tácito de sumisión, y habría cambios,
cambios profundos.
Cambios en los vínculos con los demás, y sobre todo en esos códigos de aceptación irreparables. Este tipo de cosas son las que alimentan los cambios de Era. Obviedades que un día dejan de ser invisibles o irrelevantes, para convertirse en la palanca que abre un agujero en el piso para tirar a la mierda todo lo que no sirve.

El poder político te convence y se autoconvence de que siempre va a estar, y considera que la sumisión de las masas es una verdad inquebrantable.

Pero cuidado, que Roma también era un Imperio de absoluta solidez, o el Dios medieval también era la perfección omnipotente y la opresión imposible de magnificar, y mucho menos de vencer.
Hasta que un día, dejaron de serlo.


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(*) Cuando hablo de que el subconjunto2 serían quienes no asumen que irremediablemente la clase política tiene el poder, no me refiero a golpistas fachoides dictadores antidemocracia, esos existen, obvio!, y seguirán existiendo siempre. Son lo mismo con otra etiqueta, incluso todavía más miserables. La imbecilidad humana es parte inherente a la sustancia que nos conforma. Esos son los primeros que, por miedo, desean el poder para meter la inmensidad del mundo dentro de su mundito personal.
Estoy hablando de otra cosa, un poco más difícil de explicar.


Nota al pie:
Dice The Joker en Batman Dark Night...
“¿Realmente parezco un hombre con un plan?... No tengo un plan. La mafia tiene planes, los policías tienen planes. ¿Sabes que soy? Soy el perro que persigue un auto. No sabría qué hacer si alcanzara alguno. Sólo hago cosas. Odio los planes. Los tuyos, los de ellos, los de todos... Son personas esquemáticas tratando de controlar sus mundos. Yo no soy así. Yo les muestro lo patéticos que son sus intentos de controlar las cosas.

A nadie le entra el pánico cuando todo va según lo previsto, aunque lo previsto sea terrible...
Instaura una pequeña anarquía, altera el orden establecido, y comenzará a reinar el caos. Soy un agente del caos ¿Te digo algo sobre el caos?
Es justo…”

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