La navidad nos muestra uno de los cimientos de las normas morales:
por supuesto que no se trata de contenidos, sino simplemente de estadísticas y cantidades.
por supuesto que no se trata de contenidos, sino simplemente de estadísticas y cantidades.
La mentira, una de las acciones que en general es condenada por su
falta de integridad, se convierte en una cuestión invisible cuando todos
lo hacen...
se descargan infinitas palabras y discursos sobre los
niños, tratando de inculcar lo malo de mentir, pero en fechas como esta,
descaradamente se juega a la mentira en masa.
Papá Noel, la chimenea, los regalos, las cartitas, la inocencia, la
hipocresía, las nueces, una ensalada de la que la mayoría come, y es por
eso que al no haber tribunal para juzgarla, ya que todos estarían del
lado de los acusados, la regla moral que condenaría a la mentira en
cualquier otra situación, aquí cierra los ojos, los oídos y el corazón,
preparando la mejor cara de "hablemos de otra cosa" cuando al fin llega
el día en que el niño les pregunta si durante todos estos años le
estuvieron mintiendo.
Ladies and gentlemen, es simple, no importa el nivel de crueldad: el veredicto lo dan las cantidades, si hay muchos que lo hacen, toda acción es perdonada o ignorada, por más que contenga la mas cruel de las naturalezas, como podría ser en otro contexto una carátula que diga: "Abuso de la ingenuidad de un niño"
Mas allá de no tener fe religiosa y sentirme ajeno, no tengo nada contra la navidad, simplemente lo pensaba (una vez más) respecto de otras normas morales, a las que tomamos como verdades absolutas e intocables, como si siempre hubiesen estado ahí, y solo son un acuerdo ajustado a la conducta de las mayorías.
Felicidades!
Navidad (part. 2)